LOS FALCÒN Y LOS MIEDOS

La joven periodista anunció la “mala” noticia con la mirada fija en la cámara del noticiero de la televisión local, el supuesto buen nombre de la comunidad sonaba, otra vez, en boca de todos los medios nacionales, salvo los despistados de siempre que le erraban al dato por 30 km.
Los Falcón volvían a tomar protagonismo en la vida, casi lineal, de las tierras arenosas, pero esta vez no por recorrer las calles en busca de victimas, sino por que alguien osó despertarlos del sueño de décadas con el que habían sido recompensados por su tenebrosa tarea setentista.
La joven periodista dio la noticia con un tono monocorde y, al terminar, pasó directamente a presentar la nota de  los postes flojos en la vereda de algún barrio y la normalidad volvió a abrigarnos y a protegernos de los fantasmas que cada tanto asoman su cabeza  a través de las rejas que descansan en calle Colon.
Somos una comunidad acostumbrada a esconder la basura debajo de la alfombra que se encuentra del otro lado de las vías, nos incomoda que alguien venga a señalarnos las manchas en la inmaculada pilcha con que nos vistió la madre todopoderosa que nos vigila permanentemente sentada en su mecedora de agua y alambre.
Recuerdo,allá por el 2000 , cuando la justicia allanó un galpón que pertenecía al tigre Acosta, encontrando en su interior todo tipo de elementos supuestamente pertenecientes a personas desaparecidas, en ese momento tomamos con normalidad la noticia de que una camioneta de la DIBA (obra social de la armada), la noche antes del procedimiento, hubiera retirado unas cajas con papeles, de las cuales no se supo nada mas.
Nos enseñaron desde chicos y en base al miedo, que teníamos que tener un prontuario en el puesto Nº1, que los oficiales se podían colar en cualquier fila, que no había que criticar en voz alta a la Armada, que era una noticia importante cualquier cambio de jefatura “allá” adentro.
Todo ese miedo, en cierto modo justificado en tiempos duros de la dictadura, sigue carcomiendo la carne puntaltense y se nota en frases del estilo “…no quiero quilombo, el pibe está por entrar a la base y no sea cosa que lo jodan”.
Los autos encontrados cubiertos de polvo, como nuestra memoria de entrecasa, fueron una herramienta importante en la creación de ese miedo por eso a mas de uno le incomoda que alguien venga a levantarle la pollera a la madre que nos cuida, nos alimenta y nos tiene bien cortitos para que seamos  un ejemplo para el resto del país, y es lógico que así sea, a nadie le gusta que se sepa que la vieja tiene el culo sucio.