Rodrigo Simonetti 11años, Maximiliano De León
14años, Franco Quintana 16 años, Omar Cigarán 17 años, Vladimir Garay 16 años,
Sebastián Nicora 16 años, Jonathan Herrera 14 años.
Todos ellos en menos de un año encontraron la
muerte en la provincia de Buenos Aires, en supuestos intentos de robos a
integrantes de fuerzas de seguridad quienes, sin estar de servicio,
desenfundaron sus armas y dispararon por la espalda en una extraña defensa
propia.
Un fiscal, Julián Axat, se encargó de realizar
la presentación ante la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos
Aires y dejó en claro la cadena de hechos sospechosos que unen a estos
asesinatos.
En un intento por aportar un enfoque que se
aleje de la fría letra de la noticia policial y deteniéndonos a analizar los
hechos que componen la misma, lo primero que se puede apreciar es que la
sociedad que engloba a los diferentes actores, y de la cual todos formamos
parte, se encuentra profundamente atravesada por marcas muy difíciles de borrar
y que, día a día, nos encargamos de mantener presentes.
Para los antiguos griegos las marcas que se
realizaban en personas extrañas o inferiores, con fuego o con cuchillo, se las
denominaba estigmas y definía el destino de segregación que le tocaría recorrer
a la persona marcada, es decir, estigmatizada.
En nuestros días, los estigmas ya no son físicos
pero permanecen visibles en varios factores: edad, clase social, color, sexo,
religión. La pertenencia a cierto grupo que reúna alguna de estas
características inducen a gran parte de nuestra sociedad a rechazar la
inclusión de estas personas en cualquier otro ámbito que no sea el que le es
impuesto por la famosa opinión pública.
Las víctimas mencionadas más arriba, compartían
sin conocerse estigmas que en cierto modo son determinantes para que esta
historia se desarrolle de la manera en que sucedió: eran jóvenes de hogares
humildes en el conurbano, contaban con prontuarios en juzgados de minoridad y
por estos motivos se le habían cerrado los caminos para poder escapar al
círculo delictual al cual estaban condenados.
Para que haya estigmas, obviamente, tiene que
existir un estigmatizador que en este caso estaría representado por diferentes actores:
-una policía provincial que aproveche la situación de vulnerabilidad de los
jóvenes de los estratos sociales más bajos para utilizarlos como mano de obra
esclava y desechable que cometa hechos delictivos por encargo; -un sistema
judicial que no preste oídos a las denuncias que los menores, presionados
constantemente por los agentes del orden, realizaban esperando una ayuda; -un
sector importante de los medios de comunicación que se encargue de realizar una
campaña de demonización que llega a su máximo exponente con la frase “uno
menos” con cada pibe baleado en las calles; - y una sociedad, tan bombardeada
con la palabra INSEGURIDAD, que apruebe cualquier abuso policial.
El tema da para muchos análisis y las posibles
soluciones son a largo plazo, los estigmas no se borran fácilmente, pero es
nuestro trabajo como sociedad, mientras se ponen en marcha los mecanismos necesarios para terminar con la
estigmatización permanente de ciertos sectores, no colaborar con su
profundización.
Este es el editorial del día de hoy, sábado 13 de julio, del programa SEMBRANDO MEMORIA, el audio del programa completo se puede escuchar aquí : séptimo programa de SEMBRANDO MEMORIA
"... a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe, ni superhéroes, sólo nos resta hacer trampas con la lengua, hacer trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje yo la llamo literatura..." ROLAND BARTHES
ACLARACIÓN TONTA PERO NECESARIA AL FINAL DE LA PAGINA HAY UN ENLACE QUE DICE ENTRADAS ANTIGUAS ES PARA VER LAS IDEM (LES DIJE QUE LA ACLARACIÓN ERA TONTA)