Sigo poniéndome al día, el texto que coloco a continuación me llegó por mail el día del aniversario de la muerte de Nestor y lo quería compartir en este espacio porque está escrito desde el corazón de un joven estudiante y militante, que al igual que muchos otros, en estos tiempos tan lindos que nos toca vivir, transformó el dolor en mayor compromiso.
Después de leerlo me emocioné (soy un grandote boludo que se le va a hacer), y prometì que si se destrababa Blogger lo publicaba, ahora cumplo.
Si alguno quiere decirle algo, dígaselo, se que lee este blog, no comenta de puro vago nomàs.
Leí esta nota de Pablo Ferreyra, y me
dieron ganas de escribir. (http://www.telam.com.ar/suplemento/35/nota/611/)
No me acuerdo cuándo fue la primera vez que
escuche de él, supongo que fue por allá por el 2003, pero no sé.
Hoy 27 se cumple un año de que se fue, un
año de que nos dejó, un año de que muchas cosas de las que yo hacía, sentía,
pasaron a tomar forma, nombre. Y para todo eso fue necesario llorar, pero bien,
como se llora a poca gente.
Dicen que las cosas que impactan de lleno
en el corazón de la gente se cuentan de manera diferente, no se relata el hecho
en sí, sino qué estaba haciendo cada uno de nosotros al momento de enterarnos.
Yo estaba en mi casa, cebándole unos verdes a mi hna que tenía que hacer un
trabajo para la facultad. Era un miércoles feriado, por el censo vió, estábamos
esperando al censista, con facturas, porque nosotros sí lo íbamos a dejar
pasar. A mi el feriado me venía de perillas, para descansar un poco de la campaña
electoral estudiantil, porque nos jugábamos contra la derecha disfrazada de
izquierda por el centro de estudiantes.
Íbamos por todo cómo alguien (hasta ese día no podría haber dicho quién
exactamente) nos había enseñado, o mostrado. La cuestión es la siguiente,
nuestros dos viejos estaban de censistas allá por la ría no-tan-blanca,
entonces queríamos saber cómo les iba, entonces los llamábamos cada dos por
tres. Yo no quería prender el tele, pa´
no joder a la negra, pero el vicio me ganó. Cuando la imagen dejó de estar
oscura (porque negra es mi hna) leo en letras claras en el zócalo de vaya uno a
saber que puto canal: “Internaron a Néstor K”. La re puta madre -dije yo- otra
vez no se cuidó si hace poco le hicieron la otra operación, ¿por qué no se
cuida? Qué cagada –dijo la negra-.
Y así con el tele en silencio seguíamos
haciendo girar el mate, mirándo con cada vez más ganas las facturitas.
De golpe pasa todo al mismo tiempo. Golpean
la puerta, antes de levantarme, miro el tele “MURIÓ NÉSTOR KIRCHNER”, con la
inercia del haberme levantado llego hasta la puerta sin entender muy bien,
termino de hacerlo cuando veo al censista.
–hola, como estas, pasa. LA RE PUTA MADRE COMO PUEDE SER, MIRÁ NEGRA. Si
viejo sentate, querés facturas? , como te trataron los vecinos? CAMBIA DE CANAL NO PUEDE SER!, ya te respondo
si? Aguantá que no entiendo nada. SE MURIÓ LA PUTA MADRE, SE MURIO, Y
AHORA? -Che, te jode si hago algunas llamadas?, no puedo creerlo- dice el
censista, y me rescato que es un militante del partido de Sabatella.
De las respuestas al censista y el almuerzo
no me acuerdo nada. Una nebulosa, con una sola pregunta ¿y ahora?. Y ahí empecé
a ver algunas cosas, había cosas que no podíamos perder, cosas que nunca
habíamos tenido, pero que ahora que eran nuestras no íbamos a ir para atrás,
pero, ¿sin él? Él. Sí, EL, con cada vez más mayúsculas, con letra más grande si
es posible. Porque de eso fue de lo que me dí cuenta también, de lo grande que
EL era, porque nos había hecho grandes a nosotros.
El teléfono era una cosa que no paraba de
sonar, estaba pegado a mi oreja. Había muchas preguntas, pero una sola certeza:
Había que ir a la Plaza, a Nuestra Plaza. A las 6 de la tarde en punto, con
todos los compañeros, amigos, novia, nos encontramos en la Estación de Trenes,
con una incertidumbre y una tristeza como nunca había sentido, pero como nunca.
Porque ésta era una pérdida diferente,
no sé cómo explicarla, todavía hoy no sé. Una de las cosas que más aturdía era
el silencio, como si sintiéramos el peso de lo inevitable, como si sintiéramos
miedo, cagazo, para explicarnos mejor. La gente se subía en las estaciones
siguientes y se nos acercaba, con banderas argentinas colgando, como si la
tristeza se notara mucho, e hiciera necesario que vayamos cada vez más juntos.
Y hubo uno que empezó, no sé quién fue, pero empezó a cantar, y lo seguimos
todos, en principio con inercia, bajito, como para no molestar. Pero toda esa
bronca contenida, ese cagazo, ese qué-se-yo-qué-carajo-era, fue transformándolo
en un grito cada vez más fuerte. Con esa misma canción, sin parar de cantar,
llegamos a la plaza. Y la vimos llena, como habíamos soñado despiertos que
debería estar. Y mucha gente que estaba a los costados nos aplaudía, cantaba
con nosotros, también las madres, y ahí sí, no aguante, lloré con ellas.
Al otro día fui de nuevo, no a verlo a EL,
sino a vernos a todos, ahí en la plaza, dando vueltas, cantando, dándonos
fuerza entre todos, como diciendo: -Sí, se nos fue, pero nosotros seguimos, con
la fuerza que tengamos, con la cris, y con todos nosotros, que no sólo lo vamos
a recordar, sino que vamos a hacer que el sienta que hizo lo que tenía que
hacer, para que nosotros también hagamos lo que nos toca”.
Pero no todo fue tristeza. Al vernos todos
juntos, al reconocernos en la cara del otro, en la cara de Cristina, pudimos
darnos cuenta de cuál es la esperanza, la de ir para adelante, con memoria,
verdad y justicia, de ir hacia la Patria Grande, de ir construyendo día a día
la justicia social, con más oportunidades para cada uno de nosotros. Y eso fue
lo que EL nos dejó, la esperanza, la capacidad de poder discutir con los
amigos, de poder hacerlo en cualquier lado, porque la política es nuestra, no
de algunos, es de todos, y él nos la devolvió.
Y también en lo personal me dio algo, la
posibilidad de compartir la política con mi familia, con toda. Y eso no es algo tan fácil de lograr, de que todos
nos pongamos del mismo modo de ánimo porque a todos nos cambia el humor de una
u otra forma la política. Hasta me dio la posibilidad de llorar juntos. Y eso
tampoco pasa con cualquiera.
Los resultados del domingo muestran que
algo de caso le hicimos, que lo extrañamos, siempre lo vamos a hacer. Pero que
seguimos para adelante, como EL nos enseño. Como dijo un amigo, medio gol es de él.
Y me olvidaba, el centro también lo
ganamos. EL tiró el centro atrás..
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