"... a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe, ni superhéroes, sólo nos resta hacer trampas con la lengua, hacer trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje yo la llamo literatura..." ROLAND BARTHES
ACLARACIÓN TONTA PERO NECESARIA AL FINAL DE LA PAGINA HAY UN ENLACE QUE DICE ENTRADAS ANTIGUAS ES PARA VER LAS IDEM (LES DIJE QUE LA ACLARACIÓN ERA TONTA)
sábado, 7 de enero de 2012
PUERTO ROSALES VIII (LA PLAYA )
Los veranos en el barrio tenían gusto y olor a playa, se palpaba la playa, se oía la playa y las miradas solo eran para la playa, el mundo entero era atraído por esa lengua de barro que se negaba tercamente a ser devorada por el cangrejal.
Los veranos en el barrio eran pies descalzos, en cortas carreras, con paradas de sombras, saltos de rosetas y casas eternamente lejanas.
Los veranos en el barrio eran la espera permanente de la llegada de la marea con su cíclico devenir, eran los picados de miles en el barro chirlo, con dedos doblados, empeines colorados y piedras traicioneras.
Los veranos en el barrio eran las peleas de cangrejos, coliseo humilde de niños asoleados.
Los veranos en el barrio eran la piedra blanca, mítico trampolín de olímpicos ornamentos.
Los veranos en el barrio eran Don Sosita en la cantina, mirando sin ver, como trampeabamos el metegol con un trozo de madera, para jugar infinitos partidos de una sola ficha.
Los veranos en el barrio eran los olivillos, juntados de a montòn, para completar los techos que sombreaban a las retaconas mesitas de cemento.
Los veranos en el barrio eran el ronco tronar de los Wawancò, en los viejos parlantes, que inundaba el ambiente con una Santa Marta que tenia tren, con una pollera colorada y con una cosecha de mujeres que nunca se acababa.
Los veranos en el barrio eran las aguas vivas, únicas culpables de pleamares vacias, de broncas acumuladas, de ardores memorables.
Los veranos en el barrio eran la felicidad incomparable de mis viejos en su veraneo grandioso de mate y cubetera .
Los veranos en el barrio eran mi carrera temprana con un toallòn y una bolsa para poder ocupar la mejor mesa, no siempre triunfante pero si efectiva.
Los veranos en el barrio eran guitarras provincianas que, humedecidas con un vino aflojador de dedos y aclarador de voces, hamacaban los tamariscos con chacareras zambas y voces desafinadas.
Los veranos en el barrio eran amores de arena, besos de piedra y abrazos de luna.
Los veranos en el barrio ya no existen, pero les puedo asegurar que en las serenas y solitarias noches de los estíos presentes sobrevuelan las historias de los lejanos tiempos en que el sencillo hecho de ir a la playa justificaba, con su enorme sencillez, nuestras vidas.
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4 comentarios:
Don Sosa conocia el apellido de todas las familias que pasaban por la playa de Puerto. Si mal no recuerdo la cantina estaba cerquita del porton de chapa y reja (color celeste en mi memoria)que separaba la mar del barrio.
Precioso relato se lo voy a convidar a mis hermanos...
que memoria! el portòn fue celeste hasta que para estar a tono con el ambiente se lo pintò del verde caracterìstico de la base.
La cantina estaba en el medio se parando los 4 tramos de mesas, justo enfrente de la "piedra blanca".
un abrazo ex vecina
bellísima pincelada nostalgiosa, Edgardo. Cambio el mar por el río y me transportaste a mi infancia. Saludos.
asì suelen ser nuestras historias Rucio,infancias similares, geografías diferentes.
gracias por el elogio
un abrazo
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